domingo, 24 de julio de 2016

Una villa que progresa (parte 2a.). Renovación del callejero a propuesta de la Sociedad Cultural. Don José Antonio Caballero y Caballero


Cuando en “A lo vejedo” nos ocupamos del maestro de Aldeadávila, residente en Barcelona, D. Juan Caballero Rodríguez contábamos que, con 61 años de edad, en 1921, visitaba Aldeadávila después de 40 años de ausencia. Lo que no sabíamos y acabamos de conocer ahora es que no fue la última visita a su pueblo, muy al contrario, fueron pocos los veranos que a partir de 1921 faltó en Aldeadávila.  Hay constancia fehaciente de su paso por Aldeadávila al menos en 1923 y largas estancias más los veranos de 1930 y de 1931, pero es muy probable que no faltara ningún año como se puede fácilmente deducir de lo que a continuación vamos a relatar. D. Juan Caballero volvió a  Aldeadávila desde Barcelona en 1923. 
Don Juan Caballero Rodríquez
En esta visita se encargó de organizar la “Sociedad Cultural” de Aldeadávila colocando de presidente a D. Valentín Manso. El domicilio habitual en Barcelona de don Juan no le permitía dedicarse en cuerpo y alma a la recién creada Sociedad Cultural. La junta directiva estaba formada, en su mayoría, por los integrantes de la corporación municipal.  En aquel entonces cualquier salón del pueblo servía lo mismo para las reuniones de la junta como para que la Sociedad Cultural organizara una conferencia. En febrero de 1927 el invitado fue D. Juan Miranda, jefe del servicio agronómico de la provincia. En esta ocasión la conferencia se impartía en el amplio salón del industrial don Pedro Castro (?) donde don Juan Miranda dio cuenta del congreso científico de oleicultura celebrado en Sevilla, haciendo hincapié en lo atrasadas que estaban nuestras almazaras y los métodos de cultivo del olivo y de la vid.



Caballero de Simón era la familia de D. Juan. El apellido Caballero era tan común en Aldeadávila que
para diferenciar unas familias de otras era costumbre añadirle un distintivo de la familia
de la que provenía. Así, además de Caballero de Simón, había Caballero de las Heras,
Caballero de Mathias y otros.
Pero la más importante decisión de la Sociedad Cultural en estos años, se tomó por unanimidad en 1931 y en ella se acordó proponer al ayuntamiento el que se dedicaran tres calles a los tres ministros que habían nacido en Aldeadávila.  El ayuntamiento en pleno aprobó la proposición, como no podía ser de otra manera, y se fijó el día 13 de Septiembre de 1931 como la fecha del bautizo de las calles. La calle de la Enfermería pasaría a llamarse a partir de entonces de don Jerónimo Caballero, marqués y ministro. Se encargaría de correr el visillo el alcalde de entonces don Pedro Pereña Andrés.
La calle del Caño pasaría a llamarse calle del Ministro José Antonio Caballero (Marqués) y sería el teniente alcalde don Pablo Mieza el encargado de descubrirla. Por último, al tramo de la calle de la Poza, a partir de lo que conocemos como El Rollo, pasaría a llamarse calle de don Cristóbal Martín Herrera. Esta última placa la descubriría D. Valentín Manso. De esta manera el 13 de Septiembre de 1931 quedó conformado prácticamente el callejero de Aldeadávila tal cual lo conocemos ahora. De las principales calles que vertebran el pueblo solamente faltará por denominar como Joaquín González a la calle de la Corredera.
Calle con la nueva rotulación
Ya el 1 de mayo de 1897, el mismo día en que se conoció la elección como Cardenal de nuestro paisano, y en pleno extraordinario, a la plaza del pueblo se la había denominado Plaza del Cardenal José Martín Herrera. Y años después de la proclamación del Cardenal, pero aún en la década de los años 10, la calle donde hoy está la casa parroquial ya había pasado a llamarse calle Sor Alegría, hermana de la congregación de Franciscanas del Buen Consejo de Melilla, cuyo nombre antes de ser monja era Juliana Garrido Caballero


Palacio del Marqués de Caballero de Aldeadávila en la calle Sor Alegría
Pero previo al descubrimiento de las placas, D. Juan Caballero Rodríguez pronunció un discurso en el recién arreglado y ampliado salón de plenos del ayuntamiento donde con gran elocuencia, según la crónica del corresponsal del Adelanto, resaltó las principales cualidades de los homenajeados y los importantes cargos que desempeñaron. Sobre D. José Antonio Caballero aparece textualmente en la crónica del corresponsal aludiendo a la intervención de don Juan: 
José Antonio Caballero y Caballero pintado por Goya

“Don José Antonio Caballero, nació en 1754, no el 70, como afirman algunos. Comenzó muy joven la carrera de Derecho en la Universidad de Salamanca, carrera que, al parecer, duraba nueve años, sin duda por contener la preparación que hoy se asigna al bachillerato. Obtuvo las notas en sus estudios de "némine discrepante", la mayor entonces conocida. Fue alcalde de la Corte de Sevilla; fiscal del Consejo Supremo de Guerra. Cuando era del Cuerpo Jurídico militar, escaló los primeros puestos de esta judicatura. De 1798 a 1808, desempeño la cartera de Gracia y Justicia, de que dependía el ramo de Instrucción Pública, y durante cuatro años, fue conjuntamente ministro interino de la Guerra. Como autor de un plan de enseñanza, conserva su retrato la Universidad de Barcelona. Desterró la costumbre de que fuesen a Madrid, a gestionar ascensos de los jueces y funcionarios de su departamento, las hijas y esposas de los aspirantes, mediante una Real orden que inhabilitaba para ello a los pretendientes. Redujo las atribuciones de la Inquisición y los privilegios de los primados de la Iglesia, procurando dignificar la corona. Quitó a los religiosos la censura de los libros extranjeros que se introducían en España, nombrando para este cometido a personas de indudable competencia y de manifiesta tolerancia. Circularon, gracias a ello por el país, las obras más importantes de la Filosofía europea y de la Enciclopedia que publicaron los eminentes pensadores que iluminaron a la Francia revolucionaria.

Por otras reformas se enemistó con las autoridades eclesiásticas y del Santo Oficio, no obstante su confesada religiosidad, que le incitó a combatir las reformas de Urquijo y acaso de Jovellanos, lo que motivó una cerrada oposición contra él de todos los sectores liberales. Se sumó a intervalos a esta campaña, el infortunado Godoy, deseoso de denigrar a don José Antonio ante Carlos IV, el cual estaba bien penetrado de la adhesión a su persona del ministro ribereño. De aquí que lo nombrara gustoso juez instructor del primer movimiento revolucionario que contra su padre dirigiera Fernando. Demostró Caballero tal serenidad, que intimidó a la reina, la cual logró de su esposo sustrajera de la causa los documentos más comprometedores.

De este modo pudo el tribunal absolver a aquel mal hijo, que se hubiese condenado a siete penas de muerte según las instrucciones del juez. Este rigor aumentó el odio de los fernandinos por otra parte anhelosos de purificar las costumbres palaciegas contra don José Antonio.

Estos hechos le obligaron, cuando el “Deseado” arrebató a su padre la corona para ponerla poco después a los pies del temible Napoleón, quien la colocó en las sienes de su hermano José, a declararse afrancesado y emigrar (1814), consecuencia inevitable de la derrota del coloso de Europa por los liberales españoles. Merced a la revolución de 1820 contra el absolutismo, pudo regresar a España, muriendo en Salamanca un año después.

Contra este ribereño preclaro se ensaña la Historia, porque el indeseable Godoy lo culpa en sus memorias de muchas torpezas debido a su propia nefasta gestión gubernamental. Dice diez años después del fallecimiento de nuestro paisano, que a éste se deben las torturas y persecuciones del gran Jovellanos. Y acoge la versión Lafuente, no obstante publicar trozos de una carta a la reina del funesto Príncipe de la Paz, incitándole a deshacerse de Jovellanos y Urquijo.

Insinúa que Caballero fue permanentemente obstáculo del progreso del país, y la sesuda crítica de Gil de Zárate, ha demostrado que su plan de enseñanza encendió  una vela de más potente luz pedagógica que el sistema que derrocara. Lo acusa de poco moral, y los escasos datos que se conservan de su actuación ponen de relieve lo contrario. Asegura que se arrastró por la cámara regia hasta lograr el título de Marqués de Caballero y la realidad informa que lo heredó de su tío don Jerónimo.

De don José Antonio Caballero desciende directamente la actual Marquesa de Caballero, doña Margarita Moyano, esposa del renombrado jurisconsulto don Luis Rubio Usera, juez de instrucción del distrito del Hospital de Barcelona.
Para que los errores culminen en lo inverosímil en relación con el ilustre salmantino don José Antonio Caballero y Caballero, se le asigna Zaragoza por naturaleza en enciclopedias y reseñas biográficas en los diccionarios. ¡ Cuanto tiene que ahondar la crítica en la psicología de los sucesos para esclarecer éstos y otros infundios históricos, propios de escritores ligeros y mal documentados ¡”