martes, 6 de septiembre de 2011

El pino de la Verde

La Correspondencia de España el 14 de Octubre de 1875:


D. Gregorio Pereña ha entregado al ministerio de Fomento 80 piñas de pino uñal, con destino a la siembra en la escuela de Aranjuez. El Sr. Pereña ha logrado aclimatar en sus posesiones este árbol de excelentes condiciones.


Nunca sabremos si las piñas que D. Gregorio Pereña cedió para lo que fue la primera escuela de estudios agrarios de España procedían de “sus posesiones” de Santa Marina en Aldeadávila; ni si fueron concretamente del “Pino de la Verde”, pero no sería de estrañar que así fuera porque D. Gregorio, propietario del pino, debió hacerse con él al comprar los bienes desamortizados del convento de Franciscanos cuando en 1849 salieron a la venta.

En el Diario de Avisos de Madrid podemos leer este anuncio el 9 de mayo de 1849:

Fueran o no fueran las piñas de aquel pino, a mi me sirve para traer a colación este precioso soneto de D. Vicente Ledesma Barbero († 1980) que se puede leer en el pequeño "Florilegio Poético de las Arribes del Duero" del que mis padres tenían un ejemplar:


El pino de la Verde

Se extienden tus raíces retorcidas
Buscando de la roca la hendidura;
Y desde ella se elevan a la altura
Las ramas por el viento sacudidas.

Tu tronco secular lleno de heridas
Desdeña el lodo de la tierra impura
Que infiltraron en su sabia pura
Las nieves del invierno derretidas

Forjóte Dios impenetrable escudo
Que tus recias entrañas defendiera
Del huracán contra el embate rudo.

Imagen de la vida verdadera,
Diciendo estás con tu lenguaje mudo
Al hombre, sin cesar: -“Lucha y espera”.


Ya Unamuno en su viaje a “Los Arribes” de primeros de 1900 dejo inmortalizado este pino con su cámara y con su pluma:

Un extracto de la parte en la que se refiere al convento del reportaje firmado por Unamuno y titulado: Los Arribes del Duero. (Notas de un viaje por la raya de Portugal ilustrada con 15 fotografías):



"… Por la parte que mira al río presenta algún aspecto de fortaleza. Lo hermoso es su escenario y su ambiente, los restos de frondosidad de que está rodeado. Frente a él se alza un gigantesco piñal y en lo hondo zumba el Duero su canción eterna, enfrentado entre peñascos. Lo más típico es lo que del huerto queda; aquel rincón sombrío de limoneros y naranjos, a cuya sombra rezarían los frailes sus oraciones, descabezarían sus siestas y gozarían de sosiego los ancianos retirados ya del mundo. Es un rincón que sugiere la idea, algo antinómica de un ascetismo horaciano.”


Un detalle recortado de una las fotos de Unamuno y que ilustra el reportaje de Hojas Selectas aunque de pobre calidad por estar escaneada de una publicación a su vez también digitalizada ya podemos hacernos una idea de lo enorme que era el pino si lo comparamos con el convento.